La Ley Antitabaco que el Gobierno impulsó en el 2006 fijó que los locales de restauración que contarán con más de 100 metros cuadrados debían habilitar una zona especial para aquellos que no querían prescindir de fumar. Por otro lado, las pequeñas empresas sólo debían elegir si su clientela sería fumadora o no fumadora.
Así pues, la mayoría de las empresas hosteleras llevaron a cabo la reforma para separar el espacio de fumadores del de no fumadores para que, finalmente, esas obras no sirvieran y, para más INRI, esas inversiones no sean recompensadas por el Gobierno. Ahora los empresarios viven en la incertidumbre de qué ocurrirá en el futuro; ya han perdido el dinero invertido en las reformas y ahora no saben si perderán clientela con esta nueva ley.
Todos los fumadores y no fumadores conocemos los efectos nocivos del tabaco y “agradecemos” al Ministerio de Sanidad que haga campañas contra el tabaquismo pero lo que no entendemos es que las cajetillas de tabaco sigan siendo un producto libre de venta y cuyas ganancias vayan directamente al Gobierno. ¿Cuánto ganarán con la venta de tabaco? Si tanto se preocupan por la salud pública, ¿por qué siguen vendiéndola? ¿No parece contradictorio?
Resulta una minoría la gente que sí fuma y le afecta esta nueva ley pero su libertad de expresión queda por los suelos. ¿Por qué no un bar de sólo fumadores? ¿Por qué se coarta la libertad de las personas?
Si nos paramos a pensar, también existen otros tipos de “humos” indeseables que perjudican al ser vivo y no se restringe drásticamente: el alcohol mata; no digamos las centrales nucleares; los juego de azar pueden llevar a la ludopatía y así muchos otros más.
Pero en algo sí estoy de acuerdo; lo gratificante que es salir de un bar, un restaurante o un pub sin que la ropa te huela a humo o que tengas que salir de esos sitios para respirar aire puro. También es cierto que la clientela habitual seguirá siendo clientela habitual.
Prohibido prohibir
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